Turqouise marilyn

Turqouise marilyn

domingo, 30 de mayo de 2010

Miedo a los Vivos...

La noche venía pisando mis talones junto con el miedo que puede ofrecer el centro de la ciudad por la noche ¨tenle más miedo a los vivos que a los muertos¨ decía mi abuelo y siempre fue así. La había dejado hace cinco minutos en la parada de camión que la llevaría directo a su casa, con un poco de inseguridad me atreví a dejarla y no acompañarla porque sino ya no alcanzaría ningún otro camión. Ahora caminaba a paso rápido para llegar lo antes posible a mi destino, las manos en mi sudadera aferrándose a la cámara que llevaba, rogaba para que no se robasen mi cartera y por si las dudas llevaba en la bolsa del pantalón monedas sueltas, lo cual consideraba como mi garantía para cruzar la laguna Estigia. Un celular en una bolsa y otro en la otra, mi cartera llena de dinero y mi cámara en mano, era solo cuestión de esperar a que todo deje de ser mío y pasé a un nuevo dueño, todo por un pequeño precio de quinientos pesos. Llegue. El camión aun esperaba el momento de partir. Cinco para las diez. Aun me daba chance de entrar a la tienda por un agua y unas papas. Pasillo uno: galletas y panecitos. Pasillo dos: cacahuates y papitas (cogí unas). Pasillo tres: productos enlatados y salsas. Pasillo cuatro y último: verduras y refrigeradores. Me adentre en el refrigerador y cogí un agua, no pude resistir comencé a beber, sudaba tanto el embase como yo, me dirigí a la caja. Atreves de la vitrina pude ver como aquel joven conductor subía al camión. Está vacío, me puede esperar. Pagué y esperaba mi cambio cuando eche un ojo al camión. Se cerraron las puertas. Prendió la marcha. Volteé a ver al cajero. Cara desesperada. Camión. Cajero. Angustia. Quería dejarlo todo y salir corriendo. Cambio. Agua abierta. Espera. Desespera. Sudor. Luces. Sonido. Mete primera. Extiendo la mano. Cae un centavo. Gira una llanta. Salgo corriendo. -¡Me dejo! ¡Hijo de puta!- el silencio ahora fornicaba con las calles, volteé y a lo lejos pude observar otros camiones que estaban a punto de partir ¿si me voy en alguno llegare a algún lugar cercano a mi hogar? No pude reaccionar, me senté ahí en la banqueta con la cabeza entre las manos. Me violarían. Me asaltarían y me matarían si pasara la noche en el centro, bueno siempre podría tomar un taxi, pero me saldría muy caro. Apunto de la desesperación escuche aquel sonido que muchas veces había escuchado aquel día mientras me paseaba con aquella joven que ahora debería estar a punto de llegar a su casa, levante la mirada y ahí estaba de nuevo, un camión de color blanco con una línea de color purpura que en el parabrisas decía: hogar.

Entré en el camión y tome asiento justo a la mitad, el calor era insoportable pero mi desesperación era aun mayor, la gente empezó a salir de la nada para subir a este que ahora pienso, sí es el ultimo camión. Gente gorda, vieja, mal oliente y fea empezó a infestar el transporte urbano, si de casualidad hubiese estado en estado de ebriedad pudiese haber confundido esta escena con alguna película de zombis, todos los lugares se encontraban llenos pero aún el conductor no se decidía a partir, faltaba que cerrase las puertas, empiece la marcha, metiese primera y desapareciera de este lugar tan extraño. Pero no fue así, ahora un extraño hombre platicaba con el chofer, parecieran amigos pues este mantenía una cara de confianza, pero no sé. Terminaron de platicar y al parecer era lo que minutos después llegue a pensar, este sujeto trataba de convencer al conductor para que le regale un viaje gratis, lo logro. El hombre ahora caminaba lentamente cuando se detuvo como un músico o un vendedor de camiones, limpio su garganta y luego dijo -buenas noches, disculpen la molestia pero quisieras pedirles un favor- ahora todos los que esperaban con ansias el regreso a casa después de su ardua jornada de trabajo que no tenían nada más que hacer pusieron atención a este hombre –es que la verdad tengo un problema, solo quiero aclarar que no soy ese tipo de hombre- amigo, por favor ¡ya lo eres! –pero es que esta ocasión lo amerita- eso es lo que debe decir siempre –miren yo estaba en el centro, para que me paguen y me ayuden los del gobierno pero ya saben cómo son- el hombre empieza a hurgar en su mochila –vine con la esperanza de que mi pobre hija, se recupere- el hombre empieza a desenrollar algún objeto raro –si, ella fue diagnosticada con una enfermedad en el riñón y tiene que hacerse los análisis- para este momento todos y absolutamente todos estaban adentrados a su historia mientras mostraba la identificación del hospital, yo no. –Ella tiene apenas 14 años, y en verdad quiero que cumpla sus quince años tan sanamente como pueda- el silencio era importante en este momento, la voz del tan practicado orador ahora comenzaría a entrecortarse simulando una especie de llanto –saben, usualmente no hago esto pe-pero…- se limpia el moco –quisiera pedirles su cooperación, ella necesita una sonda y el hospital me da el servicio pero no el material- la gente empezó a buscar en sus bolsas y monederos un poco de dinero –es que sí, es gratis pero tendría que esperar seis meses y en seis meses mi hija ya se pudo haber muerto- ahora caía en aquella presión social, dar las pocas monedas que había apartado en caso de emergencia –y es que si tenía trabajo… pero me despidieron hace dos meses. En verdad si me da mucha pena… nunca había hecho esto- MENTIRA yo sabía a ciencia cierta que ese mequetrefe era un impostor, que solo tomaría nuestro dinero junto con nuestra inocencia y nuestra bondad para inyectarse heroína o fumarse un poco de crack del mejor que pudiese encontrar a estas horas –tienen que pensar que soy un hombre como ustedes, padre de familia, honesto que se intenta ganar la vida, pero una enfermedad nunca es planeada- la voz empezaba a regresar a la normalidad, se quito la gorra y comenzó a caminar estirando su mano –gracias, gracias- unas monedas cayeron sobre su verde gorra, siguió caminando y el dinero seguía acumulándose, mi compañero de viaje saco unas monedas de su cartera y esto me presiono a que saque las monedas en mi pantalón, -gracias, dios se lo pagara-. Para el momento en que llego a mi lugar, su gorra estaba rebosando de dinero junkie pensé mientras regalaba mi dinero, llego al final y luego regreso hasta el frente y le dio la mano al conductor después de guardar el dinero en su mochila, ¡lo sabia! Ese cabron… ese cabron se puso de acuerdo con el conductor, lo más seguro es que ambos compartieran ganancias, pero… ¿ya qué? Se cerraron las puertas. Inicio la marcha. Metió primera. Despegó.

Aquel hombre se bajaría del camión con el dinero sonando en su mochila, se dirigiría al hospital en el cual su hija de 17 años se encontraba internada. Sí, había mentido sobre la edad para dramatizar un poco la historia y la gente se conmoviera, cogería el camión que estaba a una cuadra de distancia. La noche venia pisando sus talones junto con el miedo que puede ofrecer el centro de la ciudad por la noche ¨tenle más miedo a los vivos que a los muertos¨ decía mi abuelo y siempre fue así. Aquel hombre pudo haber llegado con la sonda, pero lamentablemente el dinero suena y puede ser olfateado por muchos depredadores naturales –dame tu mochila- el hombre la abraso en forma de defensa –¡no!- aquellos 4 hombres se rieron y empezaron a jugar con él, lo aventaban de lado a lado –la niñita no quiere dejar su mochila- el hombre empezó a desesperarse –¡dámela!- grito a uno de los jóvenes que se la había quitado –no me la arrebates- ambos entraron en una riña, -¡hijo de puta!- cayó el buen samaritano, lo empezaron a patear. Aquellos cuatro hombres con la ayuda de la navaja dejaron tirado a aquel padre de familia aferrado a su mochila, por fin sus brazos dejaron de pelear. La mochila callo. Un paquete se abrió. Se agacharon. Lo agarraron. Lo olfatearon. Y luego dijo -oye Mike, esta si es de la buena- y se fueron ansiosos a fumar un poco de aquella buena hierba.