Turqouise marilyn

Turqouise marilyn

lunes, 29 de marzo de 2010

astro cars...

viajamos en el espacio sobre las estrellas
esperando nos lleven a ella
viajamos a velocidad luz
y aun asi no llegamos
pedimos un viaje al cielo,ya lo pasamos
para al cielo verdadero seguimos viajando
en busqueda de aquello que perdimos
las estrellas son lentas y nosotros aun más
quisiera poder tan solo regresar.

¿estás aqui? ¿sigues aqui?

.



derritete de mis sueños
cae de aquella nube en la que vives y no puedo ir
pareciera que estas tan cerca
estas dentro de mi cabeza
abrazame, deja ese olor en mi que tanto extraño
sal de mi, dejame
no. no lo dije enserio
regresa, abrazame
como lo hacias antes
como lo hacias cuando no estabas solo en mi cabeza




no sé.... si quieren ver la imagen sigan el link

http://skinofacloud.blogspot.com/2010/03/abrazame.html




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domingo, 28 de marzo de 2010

sail to the moon...

¿Quieres ir a la luna?

La verdad nunca había ido, y con esta plática tan callada podría darme una vuelta por ahí, no me molestaba, no hacíamos nada. No sé si ella se sentía incomoda, aburrida o distraída, el punto es que estaba igual que yo, callada. Un loco nos ofrecía esto que parecía tan fantástico. Nunca antes había adquirido algo tan valioso por tan poco dinero, un pedazo de cielo, un sueño comprado. Para nosotros los humanos nos era imposible siquiera soñarlo, para él era lo más ordinario ya que él afirmaba venia del espacio, le creí. Ya que no había por que dudar. Muchos hombres antes habían llegado y salido de este universo como si consumieran un poco de LSD- minutos antes un hombre me había insistido para que le compre fotos de alguna galaxia lejana, la verdad solo quería obtener el jugo sin pagarlo, las mire hasta obtener lo importante de ellas, deje unas monedas y me retire-.

¿Quieres ir a la luna?
Por un momento parecía despistado, nunca me lo habían ofrecido, no tan seriamente. Este hombre que al principio me parecía cuerdo cada vez transformaba su cara y su manera de hablar, mucha gente paso antes que nosotros, indecisos aunque determinados ¿valdrá la pena? Sin duda era algo tan barato como para que sea algo bueno –no se preocupe, mire usted las fotos- saco de su bolso unas fotos de la luna, tan blanca tan grande y tan llena de cráteres-esta es mi favorita- y luego guardo la foto de la luna llena, aquel satélite con acné parecía tan lejano, nos aseguro que por medio de este tubo llegaríamos en cuestión de segundos, es fantástico como la tecnología había avanzado. Ya veo porque era tan novedoso este lugar, todos querían un pedacito de ella: aunque sea un vistazo.

Me había prometido algo espectacular, la volteé a ver, aquella cara de ausencia se había perdido y fue sustituida por esta contracción muscular facial que parecían alguna clase de ansiedad, emoción y esperanza. No sé lo que buscaba ahí, parecería un sueño si lo encontrase. –diez pesos ir a la luna o a Marte- la verdad parecía que su ausencia hubiese extraído todo de ella, por eso nos encontrábamos aquí, me habían dicho de este lugar tan mágico, nunca espere que ella lo viese como una oportunidad. La buscaría ahí y no la encontraría.

-diez pesos por usted y cinco por él, porque esta chiquito- desesperado vimos como aquel padre e hijo se habían colado y tenían aquel viaje, sin duda el niño ni lo había disfrutado pero nuestras expectativas crecieron, en algún lado de mi mente me dieron ganas de ahorrarme aquellos cinco pesos -¿y ella? Ella esta pequeña ¿no me cuesta cinco pesos?- el hombre rio desquiciada mente, ahora si. Era nuestro turno, primero las damas. Ella dio un paso adelante y tras unos segundos yo lo hice. El brillo de la luna se podía ver en mis ojos tan intensamente que pareciera glóbulo ocular irradiaban luz propia.

-¿no quieres ir a la luna?-
dijo el hombre a las personas que pasaban de largo y luego lo repetía para los mirones que como hace unos segundos antes yo lo hacía. De regreso de aquel viaje todo parecía más obscuro, más tenebroso ahora odiaba a la tierra llena de lunáticos, extrañaba el lado oscuro del espejo, lo extrañaba. Pero ahora era turno de que otro use el telescopio.

jueves, 18 de marzo de 2010

gotas chicas y grandes...

mis lagrimas se evaporan por el calor de aquel sol
suben y suben sin parar hasta juntarse con todas aquellas que derrame
las gotas chicas son de mi infancia y las grandes las derramadas por ti,
ahora forman una nube inmensa sobre la ciudad
esperaran al dia indicado en que todo termine
caeran y olera a tierra mojada
tierra mojada entre mis dedos
lodo que cubrira mi cuerpo mutilado



Pd. foto by Belen Uc Novelo....

miércoles, 3 de marzo de 2010

núnca regreses...



Fumaba los mismos cigarrillos que a mí me gustaban desde que tenia trece años y lo más probable es que a él le gustasen desde la misma edad, lo podía observar, como tomaba el cigarrillo me daba un poco de repulsión, si fuera mujer sin duda no podría voltear a verla, su barba igual de desalineada como toda la vida la había portado yo y unos lentes de fondo de botella que no le hacían justicia ni al mas guapo en este planeta, la forma en que tomaba y colocaba la boquilla de su cerveza entre sus labios me pareció algo sexual y grotesco, cada trago parecía como ácido en mi estómago. Sí, tenía que conocerlo y pronto, antes de que se me perdiese esta valiosa oportunidad, solo esperaría a que se consuma mi pitillo, tomaría mi cerveza y me acercaría, hacia horas que él noto mi mirada, me volteaba a ver de vez en cuando, cuando yo parecía distraído él volteaba y se me quedaba observando, era como un juego de adolescentes. El bar se encontraba repleto esa noche, jóvenes borrachas se paseaban en diminutos vestidos intentando provocar a cualquier ebrio o persona que parecía estarlo para continuar su búsqueda por el mejor polvo de su vida, este día no fue la ocasión, al menos no la mía, todo parecía pasar en cama rápida, mujeres se acercaban a la mesa fingiendo tirar un poco de cerveza sobre uno de mis compañeros solo para poder toquetearles el miembro con la simple escusa y bajo el respaldo de la amabilidad de secarlos, mis amigos se iban a otra mesa y regresaban, era un juego que todos estaban de acuerdo desde el momento en que pisaban la puerta de este local, el local 112 por la esquina de la revolución. Yo era el único que se paso la noche bebiendo cerveza sin pararse y observando al mismo lugar excepto cuando alguien pasaba a tirar la mesa o cuando notaba que él me observaba, fingía platicar con la dama que sobraba en la mesa y no tenia compañero –sus amigas están bien buenas, te toca sacrificarte por el grupo- me dijo un compañero mientras las damas se encontraban en el sanitario ingiriendo alguna clase de droga, era un gran sacrificio, ver su cara podría espantar a cualquier hombre del bar, no había que explicar porque era la única mujer sola en este lugar, solo diré que al momento de dirigirle la palabra no podía verla a los ojos y tenia que verla directamente a los senos, lo cual no parecía molestarle pues ella sabia en la situación en que se encontraba, los agitaba como una pava que intenta llamar la atención para la danza de apareamiento, anonadado observaba como cada moreno pecho me incitaba a lo que ella deseaba con su máximo lívido, sexo. Algo esta noche no dejaba que me concentrara en lo que veníamos a hacer mis drugiamigos y yo todos los fines de semana: fornicar. Aquel hombre que nunca había visto en el bar, tan solitario pero a la vez tan bien parecido parecía algo triste, aquel sucio bastardo tenía los mismos hábitos que yo. Había llegado unos minutos después de mi entrada pero nos sirvieron al mismo tiempo aquel vaso de whiskey en las rocas el cual terminamos al mismo tiempo, desde joven gozaba de un habito tan estúpido para muchos adultos: embriagarme mezclando alcoholes, empezaba con lo más caro que mi presupuesto pudiese pagar, gradualmente mis papilas gustativas se van acostumbrando al alcohol barato, pasamos de un buen whiskey a un vodka regular terminando con cerveza, en estos momentos mientras la gente desaparecía del bar y la hora iba incrementando me quedaba solo, mis compañeros se iban retirando uno a uno y estos senos se seguían moviendo tratando de que intentase agárralos en algún momento de la noche; ya había perdido todo interés en ellos y en ella aún peor, aquel hombre bebía a la par conmigo, al parecer estábamos conectados –nos retiramos ¿nos acompañas?- dijeron las féminas que nos acompañaban, las cuales estaban deseosas de llegar a casa solo para la única tarea de fornicar toda la noche, me rehusé. Después de todo, la vida trata más de follar que de señoritas, decidí quedarme en aquel bar y continuar mi solitaria búsqueda del yo. El tiempo seguía transcurriendo a la par de mis tragos, ebrio o no ebrio él seguía ahí, esperando. Tenía que acercarme y estaba lo suficientemente adentrado en todo este problema para no hacerlo, el alcohol seria el detonante mayor.

Me acerque a la barra y me senté a dos lugares de distancia de aquel hombre –una cerveza – el hombre volteo y sonrió solo para voltearse hacia el bartender –que sean dos- hubo un momento de silencio hasta que dicho personaje destapase las dos botellas y las coloco a cada quien – a su salud- los clientes habían desertado y solo quedaban ellos dos y unos cuantos en estado de ebriedad, ellos aunque estaban mas borrachos que los demás no lo demostraban -¿Por qué no se toma una con nosotros?- preguntó, el trabajador río pero después de una larga noche ¿Por qué no? Así que destapo una –si me ven, me corren- ambos voltearon a ver el local el cual estaba vacio –no creo que nadie aquí este lo suficientemente sobrio para delatarlo- los tres rieron y siguieron platicando….


Laguna mental.


Lo podía observar a unos centímetros de mi, lo que en la noche parecía algo tan lejano como el llegar a hablarle, ahora parecía tan real, como si toda mi vida hubiese sido de la misma manera que ahora, repulsivamente atractivo así es como lo describiría –bueno, es hora de cerrar muchachos- dijo el cantinero mas que ebrio y ambos tomaron sus abrigos cafés y se pusieron de pie, con la mano derecha metieron la periquera bajo la barra, salieron y trataron de calentar sus manos con el vapor proveniente de sus bocas –¿te puedo acompañar?- el silencio reino por la húmeda calle, empezó a caminar y le seguí. Caminamos unas cuantas cuadras más –necesito orinar- dijo metiéndose a un callejón, la noche estrellada se veía interrumpida por el olor de aquella fétida orina, el sonido ceso y ambos subieron sus cremalleras, el vapor proveniente de la orina hacia parecer al vapor que proviene de New York. – y… ¿a dónde vamos?- le dije al mismo tiempo que lo agarraba de la cintura, sus lentes Rayban reflejaban en los míos, su cara con la misma barba y el mismo color de ojos e incluso la misma cicatriz en la ceja mostraba una mirada juguetona, me acercaba cada vez más hasta que lo bese, mis labios parecían besaban el espejo, pero con la diferencia que este espejo si me respondía, besar tus propios labios como un narrador que describe a un personaje y resulta que era él, su cálido cuerpo y sus húmedos labios me contestaban tanto como yo a él, sus manos me rodearon y jalaron de mi cabello, cualquiera que nos hubiese visto esa noche en aquel callejón hubiera pensado que el incesto es asqueroso, pero el incesto entre hermanos gemelos era aún más. –Vamos a mi casa- una cuestión rara puesto que jamás pensé que tendría una casa por si mismo, después de todo él era yo. El camino a casa fue algo rápido pero incomodo, ambos sabíamos a lo que íbamos, ambos sabíamos quienes éramos, tal vez no lo entendíamos pero era la primera vez que nos veíamos y no pensábamos desaprovecharla, ¿de qué puedes hablar con alguien que lo sabe todo de ti y tú de él? Subimos las escaleras que llevaban a su departamento, no pude evitarlo: lo bese, lo cual complico la entrada al departamento, tenia tantas dudas ¿Cómo había llegado aquí? Y si era yo ¿por qué vivía en otro lado? Nuestros aretes en el labio se enganchaban entre sí de vez en cuando, no sé como llegamos a este momento, si en algún punto pasado de mi vida me hubiesen dicho que podría conocerme a mi mismo nunca pensé que haría esto, no este acto tan homosexual que por lo general no lo haría, pero soy yo mismo ¿Qué más da? Nos besábamos mientras nos desvestíamos y caminábamos hacia la cama, cuando sentí por primera vez aquel miembro con el cual estaba muy familiarizado en la adolescencia, por primera vez tendría la primera impresión que tienen las mujeres con las que me acuesto, algo extraño el hacer todo esto, pero mañana en la mañana habría tiempo para contestar tantas preguntas como ¿a qué vino? Todo esto no importaba, ahora que ambos estábamos desnudos todo se olvidaría por la mañana y esta experiencia gay quedaría entre nosotros, digo solo para mí.

El sol había salido cuando desperté, las cortinas revoloteaban por el viento, y daban una sensación de frescura al iluminado cuarto, una nota posaba en la almohada bajo una pequeña figurilla de imitación mármol, la cogí: pon seguro al salir y no regreses jamás. P.D. Hay pan en la tostadora y mermelada en el refri. No pude comprender nada de lo que sucedía, ¿Por qué se había ido sin despedirse? Nunca lo entendí, me puse de pie y observe su cuarto, nada me parecía familiar todo era tan distinto a mí, tome una foto del tocador: era un hombre rubio con lentes grandes el cual abrazaba a un individuo moreno, ninguno de los entes le pareció conocido –tal vez tiene amigos diferentes, que raro- me dirigí a la cocina y metí el pan a la tostadora, saque la mermelada y vi en el refrigerador unas cuantas fotos pegadas con graciosas figurillas de imán; el mismo sujeto de rubios cabellos ahora con una muchacha y en otra con una señora y un señor pasados de edad, parecían sus padres. Procedí a untar la mermelada y a ingerir los alimentos junto con un poco de leche, regrese al baño el cual unos minutos antes había usado para orinar con la diferencia que ahora buscaba un cepillo de dientes el cual no encontré, coloque pasta de dientes en mi dedo y proseguí a cepillarlos, ya eran las doce de la tarde del domingo y debía regresar a mi casa, por el pasillo de salida pude observar mas fotos del mismo sujeto, era tan distinto a mí y no lo comprendía, coloque el seguro interno y jale la puerta, al salir del edificio pude ver atreves de la calle aquellas gafas Rayban idénticas a las mías, seguí caminando y sabia que nunca regresaría, camine sin voltear a ver la dirección, camine hasta encontrar un taxi y me subí, -calle Freud por revolución- mientras nos alejábamos deslizados en aquellas llantas sabía, que esto no fue real y que solo había sido una noche de mucho alcohol y perdición.

El taxista lo dejo fuera de su departamento, le dio su propina y subió las escaleras, metió las llaves lentamente y entro, se dirigió a la cocina y vio el plato sucio, abrió el bote de basura y tiro los restos de pan tostado con mermelada, lo lavo y luego se dirigió a su cama distendida y durmió.

lunes, 1 de marzo de 2010

Zoo at the sea...




Solo podía ver como las mareas cambiaban de un segundo a otro, el reflejo del sol en el agua, podría jurar que estaba sentado observando una pared al lado de una alberca, todo parecía tan tranquilo desde la obscuridad proveniente de la profundidad de mi cuarto, podía ver los destellos plateados casi blancos del agua proyectados en la blanca pared de mi cuarto –sabes, no es todo lo que puedo ver- ambos dejaron de verse y voltearon para ver cuidadosamente esa imagen tan acida –no solo sé que eso es el fondo del mar, sino que puedo ver una jirafa- de los destellos azules y blancos que se movían como un inquieto cardumen de atunes empezó a notarse un cambio de color, un amarillo ahora remplazaba una sección azul del reflejo y ambos no podían créelo del todo, sentados en la cama decidí pararme para comprobarlo.

El reflejo ahora estaba sobre mi cara y mis lentes, pero aún se proyectaba hacia la pared, era una imagen tan orgánica y reveladora, el poder verme desde tercera persona como ahora lo hacia mi amiga, creo yo que no puede ser comparada, parado ahí frente a la ventana del cuarto, atónito. Entonces fue cuando pude ver atreves de ella el inmenso mar azul, ahora comprendía lo que se referían con la expresión: veinte mil lenguas bajo el mar. Ahora si podía ver lo que la profundidad podía ofrecerme, el brillo se podía apreciar a pesar de la profundidad fue entonces cuando vi esa belleza, el agua en le área superior empezaba a aclararse y a verse más transparente conforme llegaba a la superficie, el Caribe. Si, ahí es donde debía estar, el agua se volvía casi transparente, lo cual dejaba ver esa imagen por la cual me arriesgue a echar un vistazo, una jirafa nadaba ahí solitaria, indefensa, sin duda era un banquete para el olfato de aquellos sabuesos marinos, que a pesar de su catastrófico tamaño podría ser devorada en unos minutos. Así que levante mi mano towards the window y ahí estaba nadando, en aquel azul profundo, era inquietante, sabia que tenia que nadar y aguantar la respiración hasta la superficie, pero eso no me preocupaba o eso parecía por mi nado tan lánguido, el posar la mirada en aquella imagen tan bella que por su propia naturaleza era tranquilizadora: unas patas tan largas moviéndose armoniosamente al ritmo de las olas y las mareas, nadaba ascendientemente pero no podía dejar de verla, me dirigía a esa imagen. El sol dejaba ver la silueta negra con la cabeza de fuera, así que no batallaba con la cuestión de las olas; esa larga lengua podía evitar el contacto con el agua salada, no como la mía tan inservible. El oxigeno me hacia falta, golpeaba el agua para ver si así le daba en el estomago y le sacaba el aire, era inútil. Me movía con extrema violencia y aun parecía un tanto lejana la superficie, pero me reconfortaba saber que no era él único, dos cebras hacían lo mismo aun con más torpeza, las burbujas que provenían de sus negros hocicos parecían las últimas que saldrían, ahora: era una carrera de vida o muerte, eran ellas o yo. Sus extrañas articulaciones sugerían que estas cebras jamás habían pisado tierra firme, tal largas patas pero tan amorfas podrían ser del tamaño de la de una jirafa, nos golpeábamos u utilizábamos el uno al otro para impulsarnos, la mancha de luz llamada sol sobre el agua ahora se apoderaba de todo el océano, ella también estaba en esta orgia de sobrevivencia los cuatro pataleábamos por una bocanada de oxigeno, por una oportunidad más.

Fui el primero en salir, mis pulmones se llenaron con este extraño gas necesario para la vida, al fin podía hacer lo que estaba destinado a hacer: respirar. La tranquilidad de la jirafa, la mía dando el primer sorbo de vida a mi cerebro se vio interrumpida por la agitación de las cebras y su múltiple pataleo inconstante, ella también salió un poco más asustada que cansada ¿ahora qué? La azul pradera se vio obscurecida por el paso de las nubes, el vaivén de las olas nos hacia parecer perdidos en medio de la nada, teníamos que escapar de ahí, aquellos sabuesos olfatearían nuestra jugosa carne y vendrían sin demora, pero ¿para dónde? Fue entonces cuando vi aquella isla roja, se dejaba ver con cada ola que pasaba y se ocultaba cuando nos encontrábamos en lo más bajo de esta –nademos hacia ella- sugerí, me zabullí en el agua como un pequeño delfín sin cola, la imagen solo podía ser superada por aquella de la jirafa o de las cebras saliendo a respirar, ahora un enorme trasatlántico pintado de rojo y blanco se encontraba inversamente de donde debería estar, inclinado sin estar volteado pero sumergido por completo dejaba salir exclusivamente la roja chimenea de este, la proa era casi invisible entre las profundidades del coloso de la naturaleza, ahora me surgía una duda y una posible respuesta: si nos acercábamos al naufragio (si es lo que parecía) y este se hundiera aún más, nos succionaría como pequeños pedazos de eses humanas en un inodoro, y la respuesta era simple; tal vez los animales provenían de aquella embarcación, tal vez y solo tal vez eso podría explicar un poco las cosas. Todos nos dirigimos rumbo a ella, aquel único lugar donde parecía que podríamos descansar y protegernos, nadamos inquietantemente y agitando en exceso el agua, temerosos de ser devorados por algún depredador natural de las jirafas y cebras en el mar, volví a meter la cabeza en el agua pero todo parecía en orden, no habían objetos divagando en el agua provenientes de este inmenso pedazo de metal, todo parecía bajo control.

Me subí como pude, luego extendí mi mano a esa joven de rubios cabellos, ella portaba un bikini mientras yo lucia la mejor mezclilla empapada a varios kilómetros a la redonda, hasta de último subió él. Al principio me dio ganas de ayudarlo pero una vez abordado en mi isla tenia ganas de tirarlo, no había lugar para él, aquel joven e inocente no sabia lo que acontecía por mi mente, los animales ya no me preocupaban, no sabia si habían subido o no, solo sabia que a él no lo quería. Me sonrió. Lo deteste. Tenia que hacer algo al respecto. Lo golpeé y le rompí la nariz, al siguiente instante se encontraba en el suelo con las manos en la cara, aquella joven mujer solo observaba con cierta excitación, recostada tomando el sol, seguía mi puño lleno de sangre una y otra vez contra la ya deforme cara de aquel amigo nuestro, mi instinto hablaba por primera vez, lo tire a la deriva casi inconsciente, el agua alrededor suyo se tiño de rojo mientras se alejaba de mi pequeño territorio. Como lo predije, fue cuestión de minutos para que los sabuesos lo devoraran, un festín entre aletas y varias hileras de dientes. Sí, esta imagen era sin duda no tan bella: un hombre y una mujer, junto a dos cebras amorfas de incontables articulaciones junto a una jirafa parados sobre la roja caldera de un trasatlántico en medio de la nada, era tan bello. Mi instinto solo repetía otra vez la misma cosa que repitió justo antes de matarlo: reprodúcete. Toma a el sol.