Turqouise marilyn

Turqouise marilyn

viernes, 6 de febrero de 2009

Lucky Stike



Caminábamos por las calles de mi joven y viejo pueblo, mi abrigo me cubría lo necesario y las manos en mi bolsillo hacían lo mismo, tenia una joven acompañante a mi lado, que sin saber que era mi cumpleaños me estaba dando el mejor regalo de cumpleaños que se podría desear a los veinticuatro años de edad, ese regalo espontáneo y no deseado, no porque se le olvidase sino porque no tenia dicha información en su base de datos. La pareja que nos acompañaba a veces estaba enfrente y a veces atrás. A él lo conocía, a ella no, pero nos ponían en una situación incomoda a mi y ami acompañante cuando uno de ellos tocaba el trasero del otro con tanta naturalidad, nos dirigíamos a una calle de no se que colonia, se me había olvidado pero seguro llegaríamos, la platica interesante nos guiaría hasta la parada acordada, todo parece tan confuso pero lo recuerdo como si hubiese sucedido apenas hace unas horas, la mujer deslumbraba pues yo siendo un joven adulto jamás había visto que las estrellas lloraran, así cuando veía el reflejo de las estrellas en sus ojos y veía el lunar café claro en su pómulo derecho –izquierdo suyo- pude haber jurado que vi las estrellas dejar derramar una lagrima. La platica variaba la mayoría del tiempo nos burlábamos de la pareja que seguíamos pero también tuvo su momento de culminación después de haber pasado un momento incomodo de silencio -¿Qué quieres estudiar?- ella pregunto, yo no pude contestar, pues ya había terminado mi carrera pero aunque quisiese contestar lo único que pude decir fue –primero debo ocuparme de sobrevivir y luego de cómo me gano la vida- ella hizo un gesto de profunda reflexión, como que intentaba encajar ese comentario en el contexto –pues yo espero ganarme la vida siendo pobre- yo no entendí pero no dije nada, -quiero ser artista- dijo con sus pronunciados mejillas, un sentimiento que no me era muy familiar me invadió –quiero ser actriz, pero no cualquier actriz sino quiero salir en el cine, pero en este país parece muy lejano ese sueño- yo asenté con la cabeza e hice un gesto que sin duda todos los artistas han recibido mas de una vez, -me escapare de casa, mi padre no lo aceptara- yo no pude contestar, la decisión era muy grande para que una persona de esa edad y ni como aconsejarla -¿A dónde iras?- ella se río y torció la boca en forma pensativa –a la capital, si alguien quiere ser grande debe ir ahí, el teatro es una gran premisa para el cine, incluso los artistas famosos de teatro se rehúsan a pasar al cine, esa no seré yo- me reí pues jamás había ido a un teatro y menos al de una capital por lo tanto no sentía respeto alguno por el ni por los actores. Seguimos caminando como si el frío no penetrara nuestros cerebros, y aunque lo negase moría por probar los labios color frambuesa que exhalaban palabras de un artista que sueña por los cielos. No quise romper los sueños y menos porque se veía muy determinada, su cabello rubio aunque no del todo le daría ventajas sobre todas las demás personas, su cabello virgen que me recordaba al sol cada vez que lo viera baja un campo abierto. Dejamos las calles alternas para llegar mas rápido a nuestro destino y en la entrada apagamos nuestros cigarros casi consumidos por nuestros labios.

1

-no podemos quedarnos mucho tiempo aquí- dijo Macon mientras ponía un cigarro en mi boca y descansaba de esta larga caminata entre los refugios y el bosque. El fuego quemaba todo, algunos cuerpos se incineraban y algunos tanques seguían en llamas, pero por este momento el fuego provenía de mi sucia mano, mis dedos llenos de tierra y de algunas cortadas, una mano sostenía un cigarro, mis dedos quedaban justo en la marca “lucky strike” y mis labios apretaban el filtro, en la otra mano un encendedor, un encendedor que me habían regalado para mi veinticuatro habo cumpleaños, una mal labrada imagen de los Beatles le quitaba el brillo al cromado encendedor , debía valer muy poco y usado menos pero me había aferrado a el como la única cosa que me quedaba de casa, eso y el sabor de los Lucky Strike, el sabor recorría todo mi cuerpo y el silencio era total, demasiado para un momento como este, guarde el encendedor y justo en ese momento la tierra tembló, tres de mis nueve acompañantes fueron a dar al suelo, los ayude a ponerse de pie. El silencio se vio interrumpido por una parvada y detrás de ellos unos disparos. El cigarro seguía en mi boca mientras corríamos para acercarnos a ese lugar de donde provenían los disparos, los diez caminábamos detrás de cada uno, casi en perfecta hilera, un pie dejaba su marca en el lodo y 9 pies mas dejaban su marca justo en el mismo lugar, el cigarro seguía prendido mientras los disparos se escuchaban cada vez mas cerca hasta que prácticamente los teníamos en nuestros tímpanos. Nuestras espaldas contra la pared de tierra semihumeda, la cara de todos era de adrenalina, mi boca jugaba con el cigarro, ellos veían al que había puesto la espalda primero sobre esta pared. Los sonidos ensordecían y solo podía ensimismarme mientras ellos lo miraban atentamente, yo recordaba a esa bella mujer y a mi madre, las dos personas que jamás podría olvidar, el cigarro se aferraba a mis labios, por otro lado mi boca no hacia el mínimo esfuerzo en sostenerlo, mis dientes no lo apretaban y de reojo pude ver como daban instrucciones, yo no puse atención pues sabia que este podía ser el ultimo momento de mi vida y ciertamente no pondría atención a un señor mayor que me daba ordenes, todos recargaron su rifle después de una indicación mientras yo seguía divagando en mi interior, si algo no me gustaba de las guerras son los ejércitos, tan bien organizados como dominós en fila india y sin margen de error, cuando cada muerte es diferente aquí caen como dominós, uno tras otro. El ejercito solo aumenta la posibilidad de matar acertadamente, pero en si la única muerte arreglada es la de las prisiones porque de ahí en fuera cada muerte es única y diferente, el ejercito te enseña a disparar pero no te puede replicar la guerra, el momento exacto, los sentimientos y las sensaciones físicas jamás podrían ser enseñados por nadie, pero aquí me encontraba en esta trinchera escuchando las indicaciones para atacar, el comandante tomo su casco y lo puso en la punta del rifle, era de nuevo el viejo truco del engaño pero ¡dios! Si nos ha salvado varias veces de que nos vuelen los sesos, mientras todos observan el casco subir yo seguía pensando pues tal vez estos serian mis últimos pensamientos. El casco se asomo, mi cigarrillo aun sabía a hogar y un poco de la mitad sobraba, el casco permaneció arriba unos segundos y nada, subió un poco más y nada. Cuando el comandante giro su muñeca el rifle y el casco por consecuencia, un arma sonó, me encontraba con la mira perdida aun cuando la bala golpeo el duro casco pero fue hasta que este callo al suelo que yo recupere conciencia, el comandante hacia señas para que nos dividiéramos, al parecer seriamos cinco y cinco de acuerdo como habían acordado antes mientras yo no prestaba atención, el comandante con otros cuatro tomaron el camino que les tocaba por cercanía y los otros cuatro a la izquierda –Louiz- susurro en desesperación, tome mi camino perdido y los seguí, los dos grupos se separaron bastante pero lo suficientemente cerca para poder ver señas con los dedos. Yo estaba listo sabia que en cualquier momento atracaríamos a esos bastardos, si algo que no me gustaba de la guerra es la muerte, claro que cuando uno esta en la guerra es la ley del mas fuerte, y claro sierre gana el que te mando, pues no son las balas que cruzan y matan las que ganan sino los que no disparan y ganan la guerra, mi intención fue jamás ir a la guerra pero como digo, la ley del mas fuerte se aplico una y mil veces, gente que no quería ir y aun así fueron reclutados para matar a otros adolescentes sin saber bien cuales son las causas que ni los otros saben cuales son las causas, para ellos mejor pues somos ovejas al matadero, apenas alguien se da cuenta por lo que no lucha tiene dos oportunidades, el libertinaje nacional o volverse político, pues solo estos saben la verdad de la guerra, yo fui un liberalista que fue atrapado en el ejercito antes de poder escapar pues jamás puedes salir de esta guerra, ni hoy ni nunca. Los dedos comandante se podían ver como iban cayendo uno tras otro desde el meñique hasta el pulgar de la mano derecha. Cinco.Cuatro.Tres.Dos. y todos tomaron sus armas después de asegurar su casco, el ultimo dedo tardo en caer al igual que la gota de sudor que recorría de mi axila por mi costado y me producía escalofríos, el pulgar bajaba y todos se voltearon y se preparaban para saltar, yo hice lo mismo con unos segundos de retrazo, cuando el dedo bajo rápidamente tomo con sus dos manos el rifle, todos saltamos los disparos empezaron casi a desorden, el primero vino de ese lado seguido por Cesar que se encontraba a mi derecha, algunos tiros alternados y vi caer a uno de ellos, seguido por dos nuestros. El bastardo de Cesar había caído pero no me podía desconcentrar pues en estos momentos la muerte amiga no es buena y lo mas importante es matar a los contrincantes de esta guerra ideológica. Entre la mira de mi rifle tenia a un joven de ojos verdes y cabello rubio cubierto por un casco, si me hubieran preguntado en el pasado si deseaba matarlo hubiese dicho que no incluso cambiaria mi lugar con el en el momento de preservación, tan bello espécimen debía ser bueno para la humanidad aunque en momentos de guerra la humanidad se pone de ultimo, primero vienen las naciones y las diferencias raciales, claro sin quitar el ponerse a uno mismo antes que las naciones, no importa que nación gane, si la de mejor ideología o la de peor, solo con que gane el lado en donde te encuentras y mas importante que sobrevivas. Le apunte sin titubear, ese gran espécimen tendría el placer de morir en mis bellas manos, enlodadas pero bellas manos. Contuve la respiración y mi dedo procedió a jalar el gatillo mientras el de ojos verdes que sin duda tenia una mujer esperando su regreso volteaba con su rifle, ¡clack! Jale el gatillo pero no sentí la fuerza que produce un rifle al ser disparado, ni siquiera la fuerza de algo, simplemente fue el sonido vacío ¡mierda! No había recargado el rifle al mismo tiempo que todos y todo por disfrutar mis últimos posibles pensamientos y no prestar atención, el de los ojos verdes me tenia en la mira, su rifle apuntaba hacia mi, se movía por la respiración yo me paralice mi cigarrillo había caído al suelo y no pude reaccionar, el sonido de los aviones encima de nosotros le ponían un trágico final a esta vida, que aunque lo duden estaba dispuesto a perderla, no por la nación sino por el beneficio de la humanidad, su respiración se contuvo y su dedo procedió a jalar el gatillo. La tierra se sacudió tras una gran explosión a pocos metros de distancia, caí al suelo y la bala que estaba dirigida a mi cabeza penetro el lodo de la pared detrás de mi, chico afortunado por mas que no me molestaba perder la vida me agradaba aun tenerla entre mis dedos cubiertos de lodo, todos cayeron al suelo excepto por el comandante que se tambaleo, dos de los que cayeron por la explosión no se levantaron, ver sus cuerpos con un agujero en la frente me hizo pensar que aquel muchacho de cabellos rubios pudo matarme unos segundos antes, talvez pensaría en mi vida mientras me apuntaba a la cabeza, me inventaría una casa lo suficientemente grande para poder tener una esposa y dos hijos, tengo cara de amante de perros de seguro imaginaria que tengo un gran perro en mi patio de una casa talvez heredada por los padres de mi esposa, al ver que fallo todos estos pensamientos de seguro se esfumaron y fueron remplazados por las ganas de matarme, el pensar que al disparar mi madre y padre no tan pasados de edad llorarían por su hijo el patriota. Pero no, talvez en su país no sean abundantes los labradores, eso no importa pues lo que el imagine no es real y tal vez lo que yo imagine de el tampoco sea verdad. No pude evitar llevar mis manos a mi cabeza para verificar que la bala no había rozado alguna parte de ella, mi barba se encontraba salpicada de lodo y sangre, la cual me asusto pero note que solo eran unas gotas, tome el rifle caído y recargue lo mas rápido que mis temblorosas y torpes manos pudieron, estaba listo. Me levante y apunte al mismo joven a los mismos ojos, esta vez no pensé en su vida, solo sostuve la respiración y jale el gatillo, la fuerza de resistencia se sintió mas fuerte dado a que esta bala iba directo a un cráneo, me agache lo mas rápido que pude y no pude ver como en su bello rostro penetraba no entre sus ojos sino por el tabique nasal una bala, un hueco en la nariz de ese tamaño podía dejar feo a cualquiera pero a este hombre no solo lo desfiguro sino lo mato, es algo que yo esperaba pero el no, ya no importaba lo que sucedía solo necesitaba matar otra vez, recargue mi arma de nuevo esta vez mas rápido y salí otra vez, apunte a la frente de un hombre de expresión ruda, parecía un comandante y no me importo, le apunte y pude ver como se desplomaban dos cuerpos que estaban parados alado de el, tome la ultima bocanada de aire para sostener la respiración y dispare un buen tiro aunque en la garganta.
Me agache de nuevo y recargue, los sonidos se detuvieron y mis compañeros ya no se movían, parecían tranquilos y confiados, me deje deslizar por la pared de tierra semihumeda y deje que mi trasero cayera sobre el lodo, mi corazón estaba agitado y no pude evitar ver a mis amigos y compañeros tirados en el suelo para no levantarse nunca mas, baje la mirada y ahí en el suelo sobre un pedazo de tierra seca con un poco de pasto pisado estaba mi cigarro, lo cogi intentando no mancharlo ni mojarlo y lo introduje en mi boca, absorbí el humo una o dos veces, voltee de nuevo a ver a mis amigos que intentaban auxiliar a los caídos, intente retirar el pitillo pero mis manos temblaban aunque cada vez menos aun temblaban descontroladamente, logre ponerlo entre mis dedos y el temblor paso de mis dedos a mis labios, me puse en rodillas y me arrastre hasta un muerto, lo mire y seguí con los otros caídos, todos muertos de los diez ahora solo quedábamos seis, no podíamos dejarlos ahí pero sin duda serian un estorbo, puse mi rifle en mi espalda y trate de acercarme al comandante, Richard confiado se puso de pie y lo único que lo pudo recibir fue un sonido y un agujero en el cachete, todos lo vimos agonizar, su mandíbula estaba dislocada y aunque intentáramos escuchar sus ultimas palabras solo pudimos hacer como que comprendíamos lo que decía, sus balbuceos inútiles de seguro pedían que cuidásemos a su familia y en especial a su hijo de dos años, el dinero que tenia en su bolsillo iba a ser enviado esa misma noche a su casa y ahora nadie enviaría nada, no porque no quisiéramos sino porque no escuchamos sus ultimas palabras. Estaba decidido, no podríamos atacar del mismo lugar pues seguíamos siendo vigilados, a lo lejos lo aviones bombarderos, corrimos por la trinchera como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, las palabras sobraban agachados, con el rifle en mano recorrimos ese lodoso camino, mi cigarrillo estaba por terminarse y lo tire, no deje que se consumiese sino que lo extinguí sumergiéndolo en el lodo con mi pie, el final del pasillo se acercaba u no quedaba mas que subir a luchar, cinco contra un numero desconocido, cinco contra una nación. Si hubiésemos elegido luchar por el bien no lucharíamos entre naciones sino causaríamos una guerra civil, pues que peor enemigo que el que tenemos alado de nosotros, que peor enemigo que el que te controla ¡pero no! Luchamos por los ideales del que nos gobierna y si te atreves a rechazar o a blasfemar en contra de el te tachan de antipatriótico, te tachan de hereje, te tachan de mucho pero al final puede que seas antinacionalista pero eres un Mundialista como yo, una persona que no le preocupa el bien de su nación pero si el bien de todo el mundo. Pero no, yo ya estaba aquí, había tomado el lado de mi nación aunque no exactamente en el ejército para matar a más jóvenes mentes, al otro lado le pude haber disparado y expandir los sesos del próximo Wagner o el próximo gran artista de nuestra época. El rifle recargado, en cuclillas poniendo un Lucky Strike en mi boca y esperando a que los demás llegasen para atacar. A la cuenta de tres. Unos, todos tomaron sus armas con dos manos. Dos, volteamos contra el lodo. ¡¡Tres!! Salimos de las trincheras con expresión agresiva para atemorizar pero no se podía ver a nadie a simple vista, esto no estaba bien pues ellos sabían donde estábamos y nosotros a ellos ni idea. De nuevo el sabor me recordaba a hogar de nuevo divague en mi mente mientras estaba parado en medio del campo, si no hubiera llegado a este lugar podría estar junto a ella podría amar como la ultima noche que pase en mi ciudad tras beber en un bar local salimos mis nuevos amigos y yo, entre ellos estaba ella, la mujer que toda la vida había amado la cual no era mi esposa, bueno al menos toda mi vida desde mi adolescencia hasta este momento en el que estoy, sosteniendo el rifle y esquivando balas, si en este momento muero, hasta el día en que muera. El aire era frío y salimos con un par de cervezas encima, el frió lastimaba las manos y la cara, nadie quería regresar a sus casas en un sábado por la noche, unos querían seguir en el bar pero el ambiente había muerto y dirigirnos a un publico estaba muy trillado por los adolescentes que no podían entrar a un bar, decidimos ir a mi departamento de soltero. Macon, Carolina, Jeovana y yo, salimos tambaleándonos del pub, mis manos en los bolsillos parecían ocultar mi expresión corporal habitual y mis pies caminaban vacilantes para tomar el lento paso de mi acompañante, su bella sonrisa aun la veo cuando brilla una bala en el aire. Mi mano tomo aire fresco de mi saco y saco mi cajetilla, el Lucky Strike un poco arrugado por la falta de contenido, saque mis últimos y le ofrecí uno al cual acepto my a gusto, guarde la cajetilla en mi saco y saque un encendedor viejo, le ofrecí fuego que provenía de mi bella mano y nos detuvimos un segundo pero lo suficientemente largo como para separarnos de la otra pareja, luego prendí el mío y finalmente guarde el viejo encendedor para no sacar mi mano otra vez, los pasos eran lentos, la conversación se veía interrumpida para darle buen uso al cigarro y para pensar, sus ojos brillaban gracias al sol que estaba al otro lado de la tierra pues no seria el primer astro que brilla gracias al sol, caminamos por calles alternas para hacer mas tiempo, a lo lejos podría ver la mano de Macon en la espalda baja de Jeovana que pronto sucumbiría a los encantos de este caballero, yo por lo tanto mantenía una entretenida y divertida platica con mi bella acompañante, sus ojos cafés sin duda eran los mas bellos de todo el mundo y su cabello brillaba con los mismos rayos del sol que me encantaban, no que me gustaran las guerras pero su cabello que mostraba unas naturales raíces oscuras se iban aclarando tan natural que jamás se lo había pintado, su brillo mostraba una buena salud y deslumbraba. Como el sol a medio día en este campo de batalla, si pensáramos no nos hubiésemos quedado parados ahí en el centro indefensos, pudimos haber salido en silencio pero sin duda los gritos nos delataron.
2
El calor era insoportable aunque el frío quemaba, el sol brillaba tras esas nubes y la guerra también, el sol salio detrás de estas y vi un destello como el de su sonrisa al llegar a mi departamento, los tres esperaban mientras colocaba las llaves en la cerradura para así poder coger unas cervezas de mi refri, de mi antigua colección Macon tomo un LP y me lo dio –tu pon la música y yo el alcohol- me reí y me dirigí a mi antiquísimo reproductor, puse un Lp que yo consideraba un clásico The Beatles pues nadie los odiaba, odiaba como ellos a nosotros asustados parados en campo abierto todos contra espalda esperando una señal de vida y de movimiento que hacíamos al bailar en mi pequeña sala al ritmo de The Beatles, Macon y Jeaovanna se atacaban por ser de diferentes naciones en el sofá mientras nosotros bailábamos, yo con los labios apretados y ella con las piernas apretadas, el brillo de sus ojos se hizo presente, dispare para ese lugar sin pensar, mis cuatro compañeros voltearon y dispararon al mismo lugar, ahora en vez de una bala tenia cinco en todo el cuerpo y agonizaba, corrimos hacia su trinchera y nos metimos a la cama mientras la música sonaba (8) let me take your hand cuz im going to….strawberry fields(8) el acorde final se apresuraba pero mis manos ya no tocaban su espalda y las de ella seguramente tampoco. Mi cigarrillo se había consumido mas rápido que el pasado y buscábamos a este extranjero, entre el lodo, saque mi cajetilla pero estaba vacía, la tire al suelo y callo en el lodo -¿quieres uno?- me ofreció mientras permanecía recostada desnuda en mi cama, estire mi mano y lo cogi, busque mi encendedor pero mi saco estaba en la sala y no quería ir ahí porque de seguro la sala se encontraba en un desastre por dos personas de diferentes naciones en guerra, un desastre al cual no queríamos entrar, me ofreció fuego y de su bolsa saco un encendedor cromado, el fuego salio del cuarto oscuro y dejo ver s cuerpo desnudo junto con el grabado del encendedor los cuatro beatles mal grabados, luego prendió el suyo –mi padre me lo regalo el mes pasado por mi cumpleaños y yo te lo doy a ti por tu cumpleaños- solo pude tomarlo e inhalar el humo que sin duda era de mi marca favorita de cigarrillos, el tabaco consumiéndose era lo único que brillaba además de su piel en la oscura habitación. Lo tome por sorpresa mientras rezaba en la oscuridad de la trinchera, le apunte con el rifle y llame a mis compañeros, le preguntamos un par de cosas pero solo contestaba en un idioma que se nos hacia mas raro que el idioma de los simios, un punta pie en las costillas basto para rompérselas y perforarle el pulmón, a los pocos minutos el idioma extravagante se había derramado por todo el suelo y ni siquiera le habíamos disparado, estaba boca arriba cuando se paro y tomo sus pertenencias en la noche y escribió en un papel su número y dirección, lo dejo en mi buró junto con su cajetilla de Lucky Strikes, no se despidió de mi y se marcho, en la sala tomo a su amiga a medio vestir y dejo atrás todo el desastre que había causado la guerra, no tenia cigarrillos mas que el que siempre ponía en mi oreja, lo busque y por alguna extraña razón estaba como nuevo, jugué con el un rato en la boca, mis labios secos ansiaban el ultimo cigarrillo de esa preciada cajetilla, camine al frente de todos sin percatarme del peligro camine y me adelante a todos gire y seguí caminando. Una mesa volteada al final de la trinchera permanecía ahí sin huecos y ninguna imperfección aun así camine con el rifle en la espalda, el lodo se levantaba con cada paso firme que daba, escuche un rifle recargarse, voltee la cabeza pero no había nadie aun, seguí mi camino y vi salir un casco de la mesa, era el brillo de nuevo pero ahora para dirigirse a mi estomago, no me dio tiempo de tomar el rifle para defenderme pero aproveche su recarga para tomarlo y recargar el mío, su bala no me mataría, al menos no en este momento pero en verdad dolía, si sabia algo en la vida es que para perder la vida hay que perderla sufriendo y no rápido de un disparo, que muy lejos queda de apagar un cigarro a dejarlo consumirse, ahí estaba yo con el vientre supurando y trate de apuntar, trate de erguirme pero el dolor me gano y falle mi tiro, la esquina de madera había volado pero no su cabeza, su segunda bala se dirigió a mi pierna derecha la cual me destrozo toda la rodilla y me hizo caer al instante, mi arma cayo por un lado y mis manos por otro, enlodado intente ponerme de pie y no pude, su tercera recarga y escuchaba los pasos de mis compañeros detrás de mi, el cabron me apuntaba de nuevo y yo solo pude quitarme el casco, si iba a morir tenia que ser aquí y ahora, mi visión era borrosa gracias a la sangre y lodo que ensuciaban el cristal de mi lente pero sin duda apuntaba a mi cabeza, los pasos seguían escuchándose, se escucharon varios disparos después del suyo, yo solo sentí como la bala destrozaba mi placa de identidad militar y perforaba mi piel milímetro a milímetro, pasaba mi grasa y destrozaba mi costilla, si debía morir debía ser aquí y ahora que lo deseo, mi cuerpo cayo y luego el de el perforado por ocho balas, mi cuerpo se desangraba y no pude decir mis ultimas palabras, tanto que cuide mis últimos pensamientos ahora se resumían en pensar en que cuidaba pensar bien mi ultimo pensamiento ¡que mierda!

El hombre de Haití se baja del coche negro, observa el número de la casa y verifica el sobre, introduce sus manos al coche después de quitarse los lentes oscuros que le daban un aspecto temerario y saco un paquete muy bien sellado, camino por la banqueta hasta llegar a la rejilla la cual se da la libertad de abrir ya que observo que en el porche reposan dos señoras de color y de gran peso, un tanto repulsivas para cualquier lector, camina con cautela de no pisar las divisiones del camino que contienen pasto mal crecido y descuidado, camina y las dos señoras asientan sus vasos de limonada para poder apoyarse en la silla y ponerse de pie, el hombre con la mirada baja se planta frente a ellas por debajo de dos pequeños escalones que las hacían verse mas altas y tenebrosas o en todo caso a el menos alto e insignificante, el hombre extiende sus manos y le entrega el paquete el cual por encima de el tenia reposando un pequeño sobre, la señora de mas edad lo tomo y le paso a su acompañante la caja, el sobre solo contiene su dirección y la bandera de su nación como estampilla, por dentro contenía una plaquilla militar la cual callo a su mano cuando voltio el sobre, una placa doblada gracias al notable efecto de un disparo, la mujer con esperanza se dirigió al hombre -¿esta placa, le salvo la vida?- el señor blanco con cara triste y barba desalineada daba el aspecto de que tenia mucho tiempo sin dormir y que su trabajo era duro, la mujer abrió el paquete ignorando la carta, una bandera de gran tamaño se desplegó y cayo como la señora que tenia la placa en la mano, las lagrimas brotaron como chorros de sangre provenientes de la yugular, los consuelos y abrazos también, el hombre de Haití no quería ver otra vez la misma escena pues se retiro sin decir una palabra en el coche negro sin placas, el señor empujo mas cajas y tomo asiento, levanto otra carta y leyó la dirección. A veces hay que creernos nuestras mentiras y vivirlas, mientras que a lo mejor no te lastiman pero a los demás si, al fin y al cabo yo no quería vivir, no mas …no mas en esa guerra…no mas en esa vida.

Si quería regresar con ella tenia que dejar atrás a mi familia, a esa mujer negra. Admitiré que la placa fue un error que nadie noto, después de que cayera el hombre detrás de la mesa yo fui cargado hasta algún lugar con médicos, muy débil para recordarlo, las enfermeras pasaban cerca de mi mientras mi vista se hacia mas nublada y aunque suene cliché el frío se apodero de mi, tubos que salían de mis conductores vitales de sangre, sangre que salía de mi estomago y pecho, mi placa doblada fue retirada por un torpe interno de medicina, cada vez la vista se nublaba mas, cada latido del corazón bombeaba mis sentidos fuera de mi. Negro, todo estaba negro excepto por ese túnel, ¡si! Aquel túnel que todos ven pero en el mío estaba ella, aquella mujer que yo pensaba tanto, no de un modo normal se encontraba ahí sino que yo estaba en el túnel sentado en un sillón verde muy viejo y la tela de este se deshilaba por mi peso, frente a mi un televisor muy antiguo a blanco y negro, ¡y ahí estaba ella! En la película que en mi vida había visto una y otra vez, que incluso había analizado con detalle “Mai Life” película terrible que duraba toda una vida, pero ahí estaba ella como protagonista, su largo y brillante cabello que con algunos movimientos cubría sus labios, esos rosas labios que en la película eran grises pero en mi mente eran mas que rosas, eran un color oscuro, como si mezclaras tres cuartos de gris y un cuarto del rosa mas vivo, así eran sus labios através de la pantalla y así era como la imagine, tras las grandes cámaras en el cine, ella me había dicho que ser una actriz era su meta principal, una bella mujer incursando en el mundo de la actuación, en su caso el cine, todo esto se lo debo gracias a los efectos de la dimetiltriptamina pero en algo estaba en lo correcto Si quería verla tenia que dejar a mi negra madre ¡tenia que dejarlo todo! Fue hasta que me entere que le habían llevado mi placa a mi madre, según esto estaba perdido en la guerra pero según todos estaba muerto y mejor para mi, me escaparía de mi vida y me refugiaría en la capital. Me subí a un barco que le tomaría un mes y medio en llegar hasta mi nación puesto que esta quedaba lejos.

Mis pies sobre el mojado suelo de charcos y de humedad, mis zapatos intentaban no mojarse pero era inevitable pues la llovizna mojaba cada centímetro de mi piel llena de sal y de mi traje, el frío recorrió mi cuerpo, sabia que tenia que conseguir lo indispensable para vivir, un lugar donde vivir, un lugar donde dormir y algo que comer, el dinero le alcanzaría para algo decente pero era lo ultimo que el ejercito me dio por haber salido, junto con una miserable pensión que no me alcanzaría ni para una boca mas, camine con mi pierna izquierda y esforzando la derecha hasta llegar a un parque, un bello parque bajo la lluvia, no encontré refugio ni un pequeño espacio seco, fui hasta la avenida principal. Ahí me encontraba y no tenia nada que perder ni que ganar, los pocos dólares se encontraban en mi bolsillo, la lluvia empeoro y el cielo parecía que sufría un terremoto. Me encontré frente a un teatro, el nombre de la obra parecía importante y mas que nada tenia futuro, el nombre solo tenia poca publicidad pero sin duda no me arrepentiría, pague con los pocos dólares la entrada y un poco de palomitas, después de todo tenia lo que necesitaba: un refugio y comida. Las luces se apagaron y el telón se abrió, la historia contaba sobre una nación en guerra realmente triste, donde jóvenes y adultos morían por igual, donde cada actor parecía una persona que moría en la vida real, por la hora y cuarenta y cinco minutos que duro me entretuve como nunca. En el minuto treinta y ocho cabe recalcar que salio la actriz principal, una bella mujer en la flor de su vida, de maquillaje no cargaba ni un gramo y eso la hacia mas atractiva, su papel era el de una madre que hacia todo lo posible por recuperar a su bello y retrasado mental hijo. Esta mujer tenía un papel que sin duda le hubiera ganado a cualquier otro papel en la historia y bajo la terrífica actuación de esta joven el papel era simplemente como el vodka en Rusia. El lunar en su mejilla parecía una lagrima oscura, una lagrima que reflejaba la constante tristeza de la vida de una joven actriz en la adolescencia, la veía sin duda y le hacia entrar en el personaje, pero mas que en el personaje que le correspondía le hacia pensar en las decisiones que una persona de su profesión tenia que pasar, el decidir que optaría por la actuación como una forma de vida, ser una artista sin duda no le traería riqueza, pero no era eso o siquiera los mal entendimientos que la gente tenia sobre ese tipo de artista, tener que ser tratada como una prostituta nunca le molesto pues nunca pensó que este fuera un trabajo tan ruin, sino era el que sus padres la hayan corrido de su casa a una temprana edad, aunque realmente no la corrieran pero si, dado por entendido o sobre entendido ella se escapo, sus cabellos rubios le traerían ventajas en este mundo pero no le conservarían el pan el mesa todos los días. La podía ver como giraba y como le daba vida a otra persona que ni fuera ella, era maravilloso, actuación que ni en el cine se veía, ahora pienso que el verdadero talento no esta en el cine y en las brillantes carteleras, sino el verdadero talento esta ahí siendo esperado para poder brillar, la joven mujer que poseía unos labios de color oscuro natural sin duda había encontrado donde potencializar su actuación y aunque a lo mejor todos sus sueños jamás se cumplieron, ella sabia que muchos otros habían nacido en el camino. Los movimientos de cadera y de muñeca le recordaban a alguien, no lo recordaba con firmeza, la silueta de esta actriz no era demasiado flaca pero mantenía la cruvanilidad que los griegos intentaron capturar, le recordaba a la belleza. La obra al fin termino y aunque había parado, la noche estaba despejada y las parejas caminaban por la brillante avenida, no tenia un hogar y tampoco había podido divisar un cuarto de hotel o algo donde pudiese acomodarse unos días, decidí entrar a un bar cercano, era pequeño y parecía tener precios accesibles, el lugar estaba decente por lo cual me senté en la barra, una cerveza se deslizo y mi billete también, mi mente se concentraba en aquella cerveza y en el pedazo de madera que esta la sostenía, mis manos se encontraban en mi vista, una abrazaba al pomo y otra encima de mi cara.
No tenia nada que pudiera hacer, me encontraba solo en esta grande ciudad, permanecí ahí dentro hasta que mis pensamientos se fueron deslavando con cada cerveza, uno tras otro estos fueron desapareciendo. El olor llego a mi nariz, ese olor que me recordaba a tantas cosas que casi podía probar y sentir, todo gracias a ese olor. Mi nariz se movió pero mi cuerpo no, pues no podía hacer nada, el olor siguió llegando y recordaba a mi ciudad natal, e ese amor, a la guerra, a matanza, a mi muerte y ahora a esta ciudad, si tuviera dinero para comprar unos lucky strike sin duda lo haría, pero el dinero parecía mejor invertido en unas cervezas que en una maldita cajetilla, por unos minutos mantuvo la cabeza abajo mientras las balas pasaban sobre su cabeza. La primera vez que se va a la guerra no es para nada fácil y menos si no quieres matar pues yo estaba determinado a que debia morir lo antes posible o ser herido de guerra por un friendly fire, por mala suerte nadie lo ayudo y el era demasiado débil pata hacerlo solo. Durante mi primer batalla no dispare un una sola vez pero aunque solo estuve en territorio enemigo unos cuantos segundos me chinge una cajetilla, un cigarro tras otro, el humo entraba por mis rendijas y trataba de salir por el mismo lado, de vez en cuando el humo salía pero el humo que provenía de la punta de los rifles entraba a mis ojos para hacerlos llorar, entraba en mi nariz y me hacia toser, tosía y no gracias al humo que quería inhalar, el cigarro me molestaba. Me levante y voltee siguiendo el rastro de humo que emanaba de una esquina de aquel bar, un grupo de jóvenes señoritas se encontraban disfrutando de una cerveza, vi como el cigarro subía del cenicero a la boca de esta joven, sus labios parecían frambuesas que en el futuro se marchitarían por el cigarro sin duda y por la edad, pero ahí estaba acompañada de sus compañeras de trabajo, la mujer de la lagrima café – claro que esta nunca chorreaba de su durazno cachete-, era muy tarde y me encontraba frente a la mesa, todas se callaron el silencio me incomodo sin duda las tropas enemigas nos tenían rodeados y nosotros aun sin refuerzos, nuestro grupo de veinte hombres contra todos los hombres que habían matado a nuestros acompañantes, era necesario luchar por mi vida, tal vez no por la mía pero si por la de mis compatriotas, tome el arma recargada y fue cuando dispare por vez primera mis palabras salieron de mi boca dirigidas através de la suave música de rock en el bar -¿me regalas un cigarro?- ella desconcertada como queriendo reconocer un rostro amigo pregunto -¿Lucky Strike esta bien?- el estiro su mano y cogio la placa de sus compañeros de pelotón, todos o la gran mayoría habían muerto pero el no, bajo sus pies una gran matanza había ocurrido y todo gracias a el, aunque no quería era un estupendo soldado, sus dedos temblaban por la falta de tabaco y por los nervios, la señorita de claros ojos continuo diciendo –mis cerrillos se han acabado- no preste mucha importancia a sus replicas y excusas, saque de mi bolsillo un encendedor cromado y prendí mi cigarro, ella coloco otro cigarro en su boca y se lo prendí, -tu encendedor… ¿no es tuyo verdad?- no pude negarlo –fue un regalo de cumpleaños- ella rió y me invito a tomar una cerveza. Al final de todo tenia de nuevo todo, algo de beber y un lugar donde dormir sin los gritos de aquellos heridos de aquellos que lloran por sus familias, no se como dormía cuando era yo quien los provocaba.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Camila...

La luz penetraba en sus ojos como cuchillos, el visor empañado ocultando sus lágrimas y el agua sus gemidos.

Camila se encontraba de regreso de un largo viaje bajo el mar, se encontraba en el vaivén de las olas junto a sus compañeros. Todos, sin dirigirse una palabra se bajaron en el muelle y cargando sus pertenecías. Se retiraron, cada quien a su casa, a su vida y a sus trabajos, Camila sin embargo espero unos minutos en la orilla del mar, por algo no lo quería dejar, el agua le hacia pensar, le hacia querer regresar, platicaba con ella pero esto no era lo mismo que nadar. Regreso a la lancha por aquel cofre que había encontrado en los vestigios de un viejo barco de madera entre unos huesos en pose fetal, lo tomo sin importarle destruir algunos sino es que muchos de los viejos, pequeños y delicados huesos que lo abrazaban como si fuera su secreto mas profundo. Después de un largo rato ella opto por retirarse para tomar una larga ducha.

Después de prepararse el desayuno ni siquiera se molesto en voltear a ver el botón de la contestadora pues ya desde hace varios años el teléfono no sonaba y a ella al parecer ni le importaba, sin un televisor en su casa opto por leer novelas, novelas del mar y de marineros, en su biblioteca podías encontrar una cantidad extraorbitante de libros relacionados con el mar, desde novelas hasta libros científicos de todo lo que puedas imaginar, pero llego un día en el cual no quería ni caminar, el dolor del pensamiento la aferraba a su cama y al sillón, salir al sol parecía una aberración, salir por despensas era algo que ni siquiera quería imaginar, esa vez del mes donde tenia que salir y convivir con las demás personas, verlas pasar y no saber sus historias, saber que piensan algo pero no saber que, sentir sus miradas con mala intención y no saber en realidad que es lo que pensaban, siempre veía a las cara hostiles y ninguna amigable, ninguna que mostrara amistad. Solo podía conocer sus propios pensamientos y eso la mataba, no era como en el mar, que nada pensaba, no era como ella que nada guardaba, todos se ensimismaban y tenían conversaciones cortas. Ella no, ella prefería nadar y no tener que hablar, de hecho sus amigos solo se juntaban para ir a bucear, ella era la mas experta pues a eso se dedicaba, no podía pasar un según sin que pensara en el mar y en el fondo del mar. Su casa decorada con artefactos de pesca y cosas que tras varios años de bucear había encontrado en el mar, desde pedazos de botellas hasta algunas monedas de oro, pero sin duda su favorito y el que no colgaba de sus paredes era aquella llavecilla que colgaba en su pecho junto a sus dos grandes senos, esa llavecilla que no se había oxidado por mas que parecía llevaba mas de dos siglos bajo el agua, una llave que había encontrado incrustada en la cerradura de un libro, un diario pensó ella, el diario intacto de las hojas de en medio. Se había corrido por las primeras hojas y las ultimas, aquí señalare que el diario se encontraba en un pequeño cofre. Camila jamás lo leyó, pues le gustaba imaginar todo lo que podría encontrarse en el, historias de un joven caballero, un príncipe tal vez. No se, a ella le gustaba pensar que podría saber lo que pensaba ese joven, pues sin duda ella había leído la inscripción que decía un nombre y una fecha. Usando un poco de sentido común había descubierto que la edad de este embriagador pensamiento y dueño del diario tendría aproximadamente unos veintitrés años, justo la edad que ella buscaba en un hombre. La llavecilla que parecía de oro, una muy bien forjada figura le daba forma a esta, una bella bailarina parada de puntas, sin duda una imagen clásica pero que el labrador de la llave había llevado a la perfección, por momentos parecía que la bailarina fue diseñada para satisfacer las necesidades de un pobre príncipe que viajaba de lugar en lugar sin una pareja estable. Eso la hacia pensar que sin duda, si se hubieran conocido el se enamoraría de ella, le aterraba la idea de conocer perfectamente a otra persona por el simple hecho de leer su diario, pero ¿de que otra manera alguien podría conocer la forma de pensar de otra persona? sin duda platicando jamás podría.

Siete años habían pasado ya desde que se rehusaba a salir del mar, siete años de continuos lamentos y de tristeza. La joven Camila solo salía del mar para sus necesidades humanas, comer tomar y dormir, no conocía otro mundo que no fuera el mar y las aguas


Llego ese día del mes en el que tenía que abandonar sus pertenencias para caminar en la tierra de nadie, se puso una fresca playera de tirantes y unos shorts para tratar de burlar el calor. El calor es una de las pocas cosas en las que el hombre no puede evitar ni burlar, el sudor corría por su frente hasta el escote de la playera, el calor parecía insoportable y para su suerte, la gente caminaba alrededor de ella lo cual la hacia sentir mareada, con ganas de no mirarlas, esto le fue imposible pues mas que quedarse parada y esperar a que todos se vallan ella solo quería terminar y largarse a su hogar, a su pedazo de mar. Caminaba con la mirada baja pero aun así lo suficientemente elevada para poder ver a la gente y su camino, entro al supermercado pero un dolor en su estomago la invadió como nunca antes, -debo de tener hambre- el dolor no la dejo, tomo lo que necesitaba mientras una mujer muy pasada edad la perseguía, lo noto de enseguida y se sintió mal, si algo le molestaba era la gente que lucia como fruta podrida, vieja y seca, con toda su estructura destruida y su olor a muerto, el dolor siguió, era algo imparable. Salio corriendo sin pagar sin que nadie le diga nada, se dirigió a una calle que no estaba habitada por alma alguna, al fin había encontrado un lugar en la tierra de nadie que podía ser suyo, su estomago le dio un retorcijón, por un momento coloco su mano derecha en su estomago y dijo, tendré que comer algo por aquí. Camino por la misma calle con algunos objetos robados pero que se había dispuesto a pagar, fue ahí en un lugar publico donde decidió tomar asiento puesto que su dolor no la dejaba ir mas lejos, un puesto de comida rápida fue su única opción, le tomaron su orden y no pudo mirar a la señorita que le atendió, por alguna razón esta no dejaba de ver a su bailarina en el pecho, se sintió mal, se sintió violada y mas que nada sintió que le robaban lo único que le hacia feliz, el recuerdo de aquel joven. Comió mientras veía a la demás gente pasar, el lugar estaba infestado de mentes parlantes, que sin duda hablaban pero no pensaban, unos hablaban ingles otros español y por haya pudo escuchar las voces francesas que venían de paso, la gente le daba asco, su forma tan cotidiana de comer y de reír, comió sintiendo que la observaban, se metió un bocado tras otro sin tragar, el acto era vulgar y sin duda muy grotesco, forzaba unas papas a la francesa con la hamburguesa aun en su boca. Otra mordida y mas papas, la gente la miraba y no sabia que pensar, esa joven y bella señorita de delicadas facciones y de un bueno cuerpo se veía opacada por lo grotesco del acto, comía sin saborear, comía para tragar ¡comía para asustar! fue así como cada diminuta persona fue saliendo del lugar, pues no querían ver a la belleza arruinarse, su bella piel de los cachetes se veía expandida y su mirada perdida. Por un momento la bella bailarina de oro pudo haber sido opacada por su portadora, la belleza de Camila era inmencionable pero quien la hubiese visto aquel día en el restauran no hubiese dado ni un centavo por ella. Se paro de su lugar pero el dolor seguía ahí, tarde se había dado cuenta que el dolor no era de hambre sino de algo mas, tal vez era hora. La hora que no quería que llegase jamás pero que ansiaba con tanto ganas que por las noches lloraba, la bailarina bailaba por ultima vez entre sus dos hermosos pechos, parecía que giraba una y otra vez, como si corriese hacia su amado, pero en verdad la que corría era Camila, la dulce Camila que se dirigía a su casa con un paso alborotado fuera de lo de costumbre, llego a su casa y abrió la puerta sin seguro, entro y se recargo con la parte olvidada de la puerta principal. Trato de controlar su juvenil respiración, su instinto le daba señales y su estomago mas, se dirigió a su cuarto sin antes pasar por el cuarto de baño, se inclino y puso de rodillas frente al escusado, ahí pudo ver su reflejo en el agua unos segundos hasta que comprendió: no eran ganas de comer, ¡sino de vomitar!
No lo pudo evitar, terminando el acto se dirigió sin duda a su cuarto, se coloco frente a su buró y saco el diario, un diario viejo y café, grabado con una letra muy clásica, se sentó sobre la cama y lo puso sobre sus duras piernas, el libro daba la impresión de ser inservible pero ella sabia que no, pues en una ocasión lo abrió para ver el contenido el cual no se atrevió a leer, ahora la idea le aterraba mas, que tal si el hombre que había imaginado no era para nada el hombre al que estaba a punto de descifrar, con su ártica mano tomo a la bailarina de los pies y la terito de su cuello, el embriagador metal se enfrío a los pocos segundos de abandonar su calido pecho y comenzar una relación con sus dedos, la puso en el pequeño cerrojo, coloco de nuevo sus largos y bellos dedos sobre la llave y tartamudeo con el movimiento, no pudo. Se paro y se dirigió al baño de nuevo, esta vez no a repetir su pasada acción sino a lavarse los dientes pues sentía que no podía establecer el primer contacto intimo con su amado con los dientes sucios, era algo inaceptable. Termino de lavárselos y mordió sus labios para que luciesen mas rojos, acomodo su castaño cabello y se sentó de nuevo con el libro en sus piernas, la agitación de hacer todo apresurado le cortaba el aliento como las hojas de un árbol que caen sobre un lago, lo giro esta vez sin pensarlo dos o tres veces, las primeras paginas eran inservibles excepto por la primera fecha en el que se empezó a escribir con el cual había calculado la edad de su amado príncipe, ahí estaba frente a las paginas que si servían y eran completamente legibles, la caligrafía sin duda no parecía de un joven sino de una bella señorita, empezó a leer sin despegar la vista, sus ojos leían en manuscrita pues no se separaban para nada de las letras. Y fue así como después de haber leído se dirigió en su pequeño bote al lugar donde lo había encontrado, se puso su apretado traje y sus accesorios el cual no incluía esta vez a la pequeña danzante de oro. Se sumergió y fue ahí cuando se sintió en el hogar, no tenia que hablar de nada y sin duda el estar sumergida le hacia pensar en nada mas que en la belleza del mar, los corales le resultaban conocidos, las piedras parecían muebles en su cuarto, el agua con una corriente extraña abrazaba su piel mientras mas hondo se sumergía, centímetro a centímetro el agua la abrazaba mas fuerte ¡bajo mucho! casi al nivel en el que pocas personas bajan pero aun así hay luz.

La luz penetraba en sus ojos como cuchillos, el visor empañado ocultando sus lágrimas y el agua sus gemidos. En un brazo cargaba el pequeño cofre donde encontró ese pequeño libro que sin duda se había vuelto su libro favorito que no tratara directamente del mar, lo abrazaba con gran afecto y con el otro trataba de avanzar junto con sus pies. Llego justo al lugar, dentro de un barco hundido, dentro de la recamara principal de altos lujos, el cadáver que abrazaba el cofre ya no se encontraba ahí, los peces se lo habían llevado y ahí justo en el mismo lugar se quedo pensando en lo que había leído, había empezado a leer el terrible diario y justo en el clímax de nuevo se volvió a hojas en blanco, ella no pudo mas que observar las hojas vacías las cuales le molestaban, así que tomo una pluma y comenzó a escribir en el. Ahora solo podía pensar en lo que había cometido, el oxigeno se acababa minuto a minuto y ella se rehusaba a dejar el lugar sin poder descifrar algo mas de el con estar en el cuarto, miro alrededor pero nada le daba mas pistas de aquella persona, así que espero en pose fetal con el cofre entre su cuerpo y sus extremidades, la presión de la profundidad le hacia sentir que el la abrazaba, espero y espero a que el sol se escondiera porque tal vez la noche le traería nuevas ideas y nuevas visiones de el joven que amaba.

Inspirado por una frase: -Stella was a diver and she was always down-