Turqouise marilyn

Turqouise marilyn

miércoles, 4 de febrero de 2009

Camila...

La luz penetraba en sus ojos como cuchillos, el visor empañado ocultando sus lágrimas y el agua sus gemidos.

Camila se encontraba de regreso de un largo viaje bajo el mar, se encontraba en el vaivén de las olas junto a sus compañeros. Todos, sin dirigirse una palabra se bajaron en el muelle y cargando sus pertenecías. Se retiraron, cada quien a su casa, a su vida y a sus trabajos, Camila sin embargo espero unos minutos en la orilla del mar, por algo no lo quería dejar, el agua le hacia pensar, le hacia querer regresar, platicaba con ella pero esto no era lo mismo que nadar. Regreso a la lancha por aquel cofre que había encontrado en los vestigios de un viejo barco de madera entre unos huesos en pose fetal, lo tomo sin importarle destruir algunos sino es que muchos de los viejos, pequeños y delicados huesos que lo abrazaban como si fuera su secreto mas profundo. Después de un largo rato ella opto por retirarse para tomar una larga ducha.

Después de prepararse el desayuno ni siquiera se molesto en voltear a ver el botón de la contestadora pues ya desde hace varios años el teléfono no sonaba y a ella al parecer ni le importaba, sin un televisor en su casa opto por leer novelas, novelas del mar y de marineros, en su biblioteca podías encontrar una cantidad extraorbitante de libros relacionados con el mar, desde novelas hasta libros científicos de todo lo que puedas imaginar, pero llego un día en el cual no quería ni caminar, el dolor del pensamiento la aferraba a su cama y al sillón, salir al sol parecía una aberración, salir por despensas era algo que ni siquiera quería imaginar, esa vez del mes donde tenia que salir y convivir con las demás personas, verlas pasar y no saber sus historias, saber que piensan algo pero no saber que, sentir sus miradas con mala intención y no saber en realidad que es lo que pensaban, siempre veía a las cara hostiles y ninguna amigable, ninguna que mostrara amistad. Solo podía conocer sus propios pensamientos y eso la mataba, no era como en el mar, que nada pensaba, no era como ella que nada guardaba, todos se ensimismaban y tenían conversaciones cortas. Ella no, ella prefería nadar y no tener que hablar, de hecho sus amigos solo se juntaban para ir a bucear, ella era la mas experta pues a eso se dedicaba, no podía pasar un según sin que pensara en el mar y en el fondo del mar. Su casa decorada con artefactos de pesca y cosas que tras varios años de bucear había encontrado en el mar, desde pedazos de botellas hasta algunas monedas de oro, pero sin duda su favorito y el que no colgaba de sus paredes era aquella llavecilla que colgaba en su pecho junto a sus dos grandes senos, esa llavecilla que no se había oxidado por mas que parecía llevaba mas de dos siglos bajo el agua, una llave que había encontrado incrustada en la cerradura de un libro, un diario pensó ella, el diario intacto de las hojas de en medio. Se había corrido por las primeras hojas y las ultimas, aquí señalare que el diario se encontraba en un pequeño cofre. Camila jamás lo leyó, pues le gustaba imaginar todo lo que podría encontrarse en el, historias de un joven caballero, un príncipe tal vez. No se, a ella le gustaba pensar que podría saber lo que pensaba ese joven, pues sin duda ella había leído la inscripción que decía un nombre y una fecha. Usando un poco de sentido común había descubierto que la edad de este embriagador pensamiento y dueño del diario tendría aproximadamente unos veintitrés años, justo la edad que ella buscaba en un hombre. La llavecilla que parecía de oro, una muy bien forjada figura le daba forma a esta, una bella bailarina parada de puntas, sin duda una imagen clásica pero que el labrador de la llave había llevado a la perfección, por momentos parecía que la bailarina fue diseñada para satisfacer las necesidades de un pobre príncipe que viajaba de lugar en lugar sin una pareja estable. Eso la hacia pensar que sin duda, si se hubieran conocido el se enamoraría de ella, le aterraba la idea de conocer perfectamente a otra persona por el simple hecho de leer su diario, pero ¿de que otra manera alguien podría conocer la forma de pensar de otra persona? sin duda platicando jamás podría.

Siete años habían pasado ya desde que se rehusaba a salir del mar, siete años de continuos lamentos y de tristeza. La joven Camila solo salía del mar para sus necesidades humanas, comer tomar y dormir, no conocía otro mundo que no fuera el mar y las aguas


Llego ese día del mes en el que tenía que abandonar sus pertenencias para caminar en la tierra de nadie, se puso una fresca playera de tirantes y unos shorts para tratar de burlar el calor. El calor es una de las pocas cosas en las que el hombre no puede evitar ni burlar, el sudor corría por su frente hasta el escote de la playera, el calor parecía insoportable y para su suerte, la gente caminaba alrededor de ella lo cual la hacia sentir mareada, con ganas de no mirarlas, esto le fue imposible pues mas que quedarse parada y esperar a que todos se vallan ella solo quería terminar y largarse a su hogar, a su pedazo de mar. Caminaba con la mirada baja pero aun así lo suficientemente elevada para poder ver a la gente y su camino, entro al supermercado pero un dolor en su estomago la invadió como nunca antes, -debo de tener hambre- el dolor no la dejo, tomo lo que necesitaba mientras una mujer muy pasada edad la perseguía, lo noto de enseguida y se sintió mal, si algo le molestaba era la gente que lucia como fruta podrida, vieja y seca, con toda su estructura destruida y su olor a muerto, el dolor siguió, era algo imparable. Salio corriendo sin pagar sin que nadie le diga nada, se dirigió a una calle que no estaba habitada por alma alguna, al fin había encontrado un lugar en la tierra de nadie que podía ser suyo, su estomago le dio un retorcijón, por un momento coloco su mano derecha en su estomago y dijo, tendré que comer algo por aquí. Camino por la misma calle con algunos objetos robados pero que se había dispuesto a pagar, fue ahí en un lugar publico donde decidió tomar asiento puesto que su dolor no la dejaba ir mas lejos, un puesto de comida rápida fue su única opción, le tomaron su orden y no pudo mirar a la señorita que le atendió, por alguna razón esta no dejaba de ver a su bailarina en el pecho, se sintió mal, se sintió violada y mas que nada sintió que le robaban lo único que le hacia feliz, el recuerdo de aquel joven. Comió mientras veía a la demás gente pasar, el lugar estaba infestado de mentes parlantes, que sin duda hablaban pero no pensaban, unos hablaban ingles otros español y por haya pudo escuchar las voces francesas que venían de paso, la gente le daba asco, su forma tan cotidiana de comer y de reír, comió sintiendo que la observaban, se metió un bocado tras otro sin tragar, el acto era vulgar y sin duda muy grotesco, forzaba unas papas a la francesa con la hamburguesa aun en su boca. Otra mordida y mas papas, la gente la miraba y no sabia que pensar, esa joven y bella señorita de delicadas facciones y de un bueno cuerpo se veía opacada por lo grotesco del acto, comía sin saborear, comía para tragar ¡comía para asustar! fue así como cada diminuta persona fue saliendo del lugar, pues no querían ver a la belleza arruinarse, su bella piel de los cachetes se veía expandida y su mirada perdida. Por un momento la bella bailarina de oro pudo haber sido opacada por su portadora, la belleza de Camila era inmencionable pero quien la hubiese visto aquel día en el restauran no hubiese dado ni un centavo por ella. Se paro de su lugar pero el dolor seguía ahí, tarde se había dado cuenta que el dolor no era de hambre sino de algo mas, tal vez era hora. La hora que no quería que llegase jamás pero que ansiaba con tanto ganas que por las noches lloraba, la bailarina bailaba por ultima vez entre sus dos hermosos pechos, parecía que giraba una y otra vez, como si corriese hacia su amado, pero en verdad la que corría era Camila, la dulce Camila que se dirigía a su casa con un paso alborotado fuera de lo de costumbre, llego a su casa y abrió la puerta sin seguro, entro y se recargo con la parte olvidada de la puerta principal. Trato de controlar su juvenil respiración, su instinto le daba señales y su estomago mas, se dirigió a su cuarto sin antes pasar por el cuarto de baño, se inclino y puso de rodillas frente al escusado, ahí pudo ver su reflejo en el agua unos segundos hasta que comprendió: no eran ganas de comer, ¡sino de vomitar!
No lo pudo evitar, terminando el acto se dirigió sin duda a su cuarto, se coloco frente a su buró y saco el diario, un diario viejo y café, grabado con una letra muy clásica, se sentó sobre la cama y lo puso sobre sus duras piernas, el libro daba la impresión de ser inservible pero ella sabia que no, pues en una ocasión lo abrió para ver el contenido el cual no se atrevió a leer, ahora la idea le aterraba mas, que tal si el hombre que había imaginado no era para nada el hombre al que estaba a punto de descifrar, con su ártica mano tomo a la bailarina de los pies y la terito de su cuello, el embriagador metal se enfrío a los pocos segundos de abandonar su calido pecho y comenzar una relación con sus dedos, la puso en el pequeño cerrojo, coloco de nuevo sus largos y bellos dedos sobre la llave y tartamudeo con el movimiento, no pudo. Se paro y se dirigió al baño de nuevo, esta vez no a repetir su pasada acción sino a lavarse los dientes pues sentía que no podía establecer el primer contacto intimo con su amado con los dientes sucios, era algo inaceptable. Termino de lavárselos y mordió sus labios para que luciesen mas rojos, acomodo su castaño cabello y se sentó de nuevo con el libro en sus piernas, la agitación de hacer todo apresurado le cortaba el aliento como las hojas de un árbol que caen sobre un lago, lo giro esta vez sin pensarlo dos o tres veces, las primeras paginas eran inservibles excepto por la primera fecha en el que se empezó a escribir con el cual había calculado la edad de su amado príncipe, ahí estaba frente a las paginas que si servían y eran completamente legibles, la caligrafía sin duda no parecía de un joven sino de una bella señorita, empezó a leer sin despegar la vista, sus ojos leían en manuscrita pues no se separaban para nada de las letras. Y fue así como después de haber leído se dirigió en su pequeño bote al lugar donde lo había encontrado, se puso su apretado traje y sus accesorios el cual no incluía esta vez a la pequeña danzante de oro. Se sumergió y fue ahí cuando se sintió en el hogar, no tenia que hablar de nada y sin duda el estar sumergida le hacia pensar en nada mas que en la belleza del mar, los corales le resultaban conocidos, las piedras parecían muebles en su cuarto, el agua con una corriente extraña abrazaba su piel mientras mas hondo se sumergía, centímetro a centímetro el agua la abrazaba mas fuerte ¡bajo mucho! casi al nivel en el que pocas personas bajan pero aun así hay luz.

La luz penetraba en sus ojos como cuchillos, el visor empañado ocultando sus lágrimas y el agua sus gemidos. En un brazo cargaba el pequeño cofre donde encontró ese pequeño libro que sin duda se había vuelto su libro favorito que no tratara directamente del mar, lo abrazaba con gran afecto y con el otro trataba de avanzar junto con sus pies. Llego justo al lugar, dentro de un barco hundido, dentro de la recamara principal de altos lujos, el cadáver que abrazaba el cofre ya no se encontraba ahí, los peces se lo habían llevado y ahí justo en el mismo lugar se quedo pensando en lo que había leído, había empezado a leer el terrible diario y justo en el clímax de nuevo se volvió a hojas en blanco, ella no pudo mas que observar las hojas vacías las cuales le molestaban, así que tomo una pluma y comenzó a escribir en el. Ahora solo podía pensar en lo que había cometido, el oxigeno se acababa minuto a minuto y ella se rehusaba a dejar el lugar sin poder descifrar algo mas de el con estar en el cuarto, miro alrededor pero nada le daba mas pistas de aquella persona, así que espero en pose fetal con el cofre entre su cuerpo y sus extremidades, la presión de la profundidad le hacia sentir que el la abrazaba, espero y espero a que el sol se escondiera porque tal vez la noche le traería nuevas ideas y nuevas visiones de el joven que amaba.

Inspirado por una frase: -Stella was a diver and she was always down-

5 comentarios:

mikelo22 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
mikelo22 dijo...

dejando atras las pretenciones de Le Mat Revolver....regreso a un simple cuento :P se siente bien volver a escribir....sin duda no encontre una imagen que me satisfaga asi que hasta que la encuentre se quedaran sin imagen....pero creo que ya la he encontrado....

Ponxo dijo...

Muy bueno. Me gustó. Lograste inducri al lector a las sensaciones y sentimientos de Camila. Inclujso el asco de comer la hamburguea. hoy no tengo antojo de hamburguesa.

Chingón.

Anónimo dijo...

wow jaja me encantò cuando mencionas por primera vez el diario y la llave, me gustò, al igual que me agradaron los sentimientos que llevas con ella que te hacen sentir lo que ella siente. Facinante el final jaja

Anónimo dijo...

speechless again