Turqouise marilyn

Turqouise marilyn

miércoles, 3 de marzo de 2010

núnca regreses...



Fumaba los mismos cigarrillos que a mí me gustaban desde que tenia trece años y lo más probable es que a él le gustasen desde la misma edad, lo podía observar, como tomaba el cigarrillo me daba un poco de repulsión, si fuera mujer sin duda no podría voltear a verla, su barba igual de desalineada como toda la vida la había portado yo y unos lentes de fondo de botella que no le hacían justicia ni al mas guapo en este planeta, la forma en que tomaba y colocaba la boquilla de su cerveza entre sus labios me pareció algo sexual y grotesco, cada trago parecía como ácido en mi estómago. Sí, tenía que conocerlo y pronto, antes de que se me perdiese esta valiosa oportunidad, solo esperaría a que se consuma mi pitillo, tomaría mi cerveza y me acercaría, hacia horas que él noto mi mirada, me volteaba a ver de vez en cuando, cuando yo parecía distraído él volteaba y se me quedaba observando, era como un juego de adolescentes. El bar se encontraba repleto esa noche, jóvenes borrachas se paseaban en diminutos vestidos intentando provocar a cualquier ebrio o persona que parecía estarlo para continuar su búsqueda por el mejor polvo de su vida, este día no fue la ocasión, al menos no la mía, todo parecía pasar en cama rápida, mujeres se acercaban a la mesa fingiendo tirar un poco de cerveza sobre uno de mis compañeros solo para poder toquetearles el miembro con la simple escusa y bajo el respaldo de la amabilidad de secarlos, mis amigos se iban a otra mesa y regresaban, era un juego que todos estaban de acuerdo desde el momento en que pisaban la puerta de este local, el local 112 por la esquina de la revolución. Yo era el único que se paso la noche bebiendo cerveza sin pararse y observando al mismo lugar excepto cuando alguien pasaba a tirar la mesa o cuando notaba que él me observaba, fingía platicar con la dama que sobraba en la mesa y no tenia compañero –sus amigas están bien buenas, te toca sacrificarte por el grupo- me dijo un compañero mientras las damas se encontraban en el sanitario ingiriendo alguna clase de droga, era un gran sacrificio, ver su cara podría espantar a cualquier hombre del bar, no había que explicar porque era la única mujer sola en este lugar, solo diré que al momento de dirigirle la palabra no podía verla a los ojos y tenia que verla directamente a los senos, lo cual no parecía molestarle pues ella sabia en la situación en que se encontraba, los agitaba como una pava que intenta llamar la atención para la danza de apareamiento, anonadado observaba como cada moreno pecho me incitaba a lo que ella deseaba con su máximo lívido, sexo. Algo esta noche no dejaba que me concentrara en lo que veníamos a hacer mis drugiamigos y yo todos los fines de semana: fornicar. Aquel hombre que nunca había visto en el bar, tan solitario pero a la vez tan bien parecido parecía algo triste, aquel sucio bastardo tenía los mismos hábitos que yo. Había llegado unos minutos después de mi entrada pero nos sirvieron al mismo tiempo aquel vaso de whiskey en las rocas el cual terminamos al mismo tiempo, desde joven gozaba de un habito tan estúpido para muchos adultos: embriagarme mezclando alcoholes, empezaba con lo más caro que mi presupuesto pudiese pagar, gradualmente mis papilas gustativas se van acostumbrando al alcohol barato, pasamos de un buen whiskey a un vodka regular terminando con cerveza, en estos momentos mientras la gente desaparecía del bar y la hora iba incrementando me quedaba solo, mis compañeros se iban retirando uno a uno y estos senos se seguían moviendo tratando de que intentase agárralos en algún momento de la noche; ya había perdido todo interés en ellos y en ella aún peor, aquel hombre bebía a la par conmigo, al parecer estábamos conectados –nos retiramos ¿nos acompañas?- dijeron las féminas que nos acompañaban, las cuales estaban deseosas de llegar a casa solo para la única tarea de fornicar toda la noche, me rehusé. Después de todo, la vida trata más de follar que de señoritas, decidí quedarme en aquel bar y continuar mi solitaria búsqueda del yo. El tiempo seguía transcurriendo a la par de mis tragos, ebrio o no ebrio él seguía ahí, esperando. Tenía que acercarme y estaba lo suficientemente adentrado en todo este problema para no hacerlo, el alcohol seria el detonante mayor.

Me acerque a la barra y me senté a dos lugares de distancia de aquel hombre –una cerveza – el hombre volteo y sonrió solo para voltearse hacia el bartender –que sean dos- hubo un momento de silencio hasta que dicho personaje destapase las dos botellas y las coloco a cada quien – a su salud- los clientes habían desertado y solo quedaban ellos dos y unos cuantos en estado de ebriedad, ellos aunque estaban mas borrachos que los demás no lo demostraban -¿Por qué no se toma una con nosotros?- preguntó, el trabajador río pero después de una larga noche ¿Por qué no? Así que destapo una –si me ven, me corren- ambos voltearon a ver el local el cual estaba vacio –no creo que nadie aquí este lo suficientemente sobrio para delatarlo- los tres rieron y siguieron platicando….


Laguna mental.


Lo podía observar a unos centímetros de mi, lo que en la noche parecía algo tan lejano como el llegar a hablarle, ahora parecía tan real, como si toda mi vida hubiese sido de la misma manera que ahora, repulsivamente atractivo así es como lo describiría –bueno, es hora de cerrar muchachos- dijo el cantinero mas que ebrio y ambos tomaron sus abrigos cafés y se pusieron de pie, con la mano derecha metieron la periquera bajo la barra, salieron y trataron de calentar sus manos con el vapor proveniente de sus bocas –¿te puedo acompañar?- el silencio reino por la húmeda calle, empezó a caminar y le seguí. Caminamos unas cuantas cuadras más –necesito orinar- dijo metiéndose a un callejón, la noche estrellada se veía interrumpida por el olor de aquella fétida orina, el sonido ceso y ambos subieron sus cremalleras, el vapor proveniente de la orina hacia parecer al vapor que proviene de New York. – y… ¿a dónde vamos?- le dije al mismo tiempo que lo agarraba de la cintura, sus lentes Rayban reflejaban en los míos, su cara con la misma barba y el mismo color de ojos e incluso la misma cicatriz en la ceja mostraba una mirada juguetona, me acercaba cada vez más hasta que lo bese, mis labios parecían besaban el espejo, pero con la diferencia que este espejo si me respondía, besar tus propios labios como un narrador que describe a un personaje y resulta que era él, su cálido cuerpo y sus húmedos labios me contestaban tanto como yo a él, sus manos me rodearon y jalaron de mi cabello, cualquiera que nos hubiese visto esa noche en aquel callejón hubiera pensado que el incesto es asqueroso, pero el incesto entre hermanos gemelos era aún más. –Vamos a mi casa- una cuestión rara puesto que jamás pensé que tendría una casa por si mismo, después de todo él era yo. El camino a casa fue algo rápido pero incomodo, ambos sabíamos a lo que íbamos, ambos sabíamos quienes éramos, tal vez no lo entendíamos pero era la primera vez que nos veíamos y no pensábamos desaprovecharla, ¿de qué puedes hablar con alguien que lo sabe todo de ti y tú de él? Subimos las escaleras que llevaban a su departamento, no pude evitarlo: lo bese, lo cual complico la entrada al departamento, tenia tantas dudas ¿Cómo había llegado aquí? Y si era yo ¿por qué vivía en otro lado? Nuestros aretes en el labio se enganchaban entre sí de vez en cuando, no sé como llegamos a este momento, si en algún punto pasado de mi vida me hubiesen dicho que podría conocerme a mi mismo nunca pensé que haría esto, no este acto tan homosexual que por lo general no lo haría, pero soy yo mismo ¿Qué más da? Nos besábamos mientras nos desvestíamos y caminábamos hacia la cama, cuando sentí por primera vez aquel miembro con el cual estaba muy familiarizado en la adolescencia, por primera vez tendría la primera impresión que tienen las mujeres con las que me acuesto, algo extraño el hacer todo esto, pero mañana en la mañana habría tiempo para contestar tantas preguntas como ¿a qué vino? Todo esto no importaba, ahora que ambos estábamos desnudos todo se olvidaría por la mañana y esta experiencia gay quedaría entre nosotros, digo solo para mí.

El sol había salido cuando desperté, las cortinas revoloteaban por el viento, y daban una sensación de frescura al iluminado cuarto, una nota posaba en la almohada bajo una pequeña figurilla de imitación mármol, la cogí: pon seguro al salir y no regreses jamás. P.D. Hay pan en la tostadora y mermelada en el refri. No pude comprender nada de lo que sucedía, ¿Por qué se había ido sin despedirse? Nunca lo entendí, me puse de pie y observe su cuarto, nada me parecía familiar todo era tan distinto a mí, tome una foto del tocador: era un hombre rubio con lentes grandes el cual abrazaba a un individuo moreno, ninguno de los entes le pareció conocido –tal vez tiene amigos diferentes, que raro- me dirigí a la cocina y metí el pan a la tostadora, saque la mermelada y vi en el refrigerador unas cuantas fotos pegadas con graciosas figurillas de imán; el mismo sujeto de rubios cabellos ahora con una muchacha y en otra con una señora y un señor pasados de edad, parecían sus padres. Procedí a untar la mermelada y a ingerir los alimentos junto con un poco de leche, regrese al baño el cual unos minutos antes había usado para orinar con la diferencia que ahora buscaba un cepillo de dientes el cual no encontré, coloque pasta de dientes en mi dedo y proseguí a cepillarlos, ya eran las doce de la tarde del domingo y debía regresar a mi casa, por el pasillo de salida pude observar mas fotos del mismo sujeto, era tan distinto a mí y no lo comprendía, coloque el seguro interno y jale la puerta, al salir del edificio pude ver atreves de la calle aquellas gafas Rayban idénticas a las mías, seguí caminando y sabia que nunca regresaría, camine sin voltear a ver la dirección, camine hasta encontrar un taxi y me subí, -calle Freud por revolución- mientras nos alejábamos deslizados en aquellas llantas sabía, que esto no fue real y que solo había sido una noche de mucho alcohol y perdición.

El taxista lo dejo fuera de su departamento, le dio su propina y subió las escaleras, metió las llaves lentamente y entro, se dirigió a la cocina y vio el plato sucio, abrió el bote de basura y tiro los restos de pan tostado con mermelada, lo lavo y luego se dirigió a su cama distendida y durmió.